martes, 12 de junio de 2007

¿Qué es ser cholo, papá?


¿Qué es ser cholo, papá?

Wilfredo Ardito Vega

"¿Soy feo porque soy negro?" "¿Ser blanco me hace mejor?" Existen libros para ayudar a que los niños sean más ordenados, conozcan su sexualidad o acepten la muerte del pez dorado, pero el padre o la madre desconcertados ante las mencionadas preguntas, no encontrarán la sección que les oriente sobre cómo su hijo o hija deben vivir (y no sólo sobrevivir) en una sociedad racista.

Algunos papás optan simplemente por salir del paso con frases como "Todos somos cholos". Otros prefieren pensar que es mejor preservar a sus hijos del conocimiento de realidades tristes. Sin embargo, cuando los niños preguntan, ya han percibido las diferencias racistas tan arraigadas en nuestra sociedad... o quizás ya las han sufrido.

"¡Qué feos se ven esos cholifacios al lado de mi sobrina!", dice una señora en una clínica de San Isidro, ante la vitrina donde se muestran los recién nacidos. En el Perú, desde tierna edad, los rasgos blancos de un niño son motivo de elogio, inclusive delante de hermanos o primos de piel más oscura. Una señora de Pueblo Libre recuerda: "Cuando estoy con mis hijas, mucha gente me dice que la más blanca es preciosa y después preguntan por su hermanita: ¿Ella también es hija de usted?".

Hace unas semanas, Susana Baca recordaba su infancia: "Se siente mucho dolor al descubrir el rechazo que una, simplemente por el color de su piel, generaba a otras personas". Actualmente, para la mayoría de niños peruanos, no es necesario que alguien les diga una frase ofensiva: los medios de comunicación cumplen este papel con eficacia.

Desde los pañales Huggies hasta Vick Vaporub, desde la leche Gloria hasta los helados D'Onofrio, la publicidad solamente muestra niños rubios felices y queridos por sus padres. "De esos catálogos, las imágenes más indignantes son las que muestran niños", dice una profesora de la Universidad de San Marcos, refiriéndose a los encartes de Saga Falabella y Ripley. Los rostros andinos, mestizos o negros de millones de niños peruanos son también excluidos de los capillos de bautizo, las estampas de primera comunión y la "renovada" sección Mi Hogar de El Comercio.

Evidentemente, este bombardeo de imágenes afecta la autoestima de los niños, por lo que se les debe hablar sobre el racismo desde que comienzan a comprender los programas y los comerciales de televisión... sin esperar que la escuela cumpla esta labor: en muy pocos colegios existen planes o políticas para enfrentar este problema.

Inclusive, algunos centros educativos pueden tener prácticas abiertamente racistas. Hace unas semanas, el nido Mi pequeño universo de San Borja, solicitó una profesora que pudiera transmitir valores... y le exigían contar con "excelente presencia". Puede imaginarse qué tipo de valores transmitirá un establecimiento con tales criterios de contratación de personal.

Es importante explicar a todos los niños que el racismo es una conducta irracional, fruto de una mentalidad atrasada, tanto a quienes serán más proclives a ser discriminados, como a quienes podrían resultar futuros discriminadores... y naturalmente a todos los que vivirán la ambigüedad del racismo peruano, pudiendo pasar de discriminadores a discriminados, según el contexto. Con todos conviene conversar respecto a las imágenes publicitarias, especialmente durante las campañas comerciales, cada vez más agresivas.

Promover una autoestima equilibrada permitirá que cada uno se acepte como es. "Si no hubiera sido por mi papá, que nos alentó a no dejarnos vencer, hubiera sido muy difícil salir adelante", recuerda Sofía Carrillo, una periodista negra.

En ocasiones, las concepciones racistas pueden ser transmitidas por algún compañero, que tiene ascendiente sobre los demás. Por ello, es importante estar atento si los niños practican formas de selección racial. "Tuvimos que conversar con él porque descubrimos que sólo quería jugar con amiguitos blancos", declara la administradora de una ONG.

Las expresiones o bromas racistas pueden tener consecuencias nocivas si son escuchadas por niños pequeños. Igualmente, el trato que se brinda a la empleada del hogar, el vigilante o, especialmente, a los niños que venden caramelos o limpian lunas puede generar la percepción de que existen seres "maltratables".

Revertir algunos elementos simbólicos puede ser importante: la tecnología actual permite que en un capillo o la invitación de un cumpleaños aparezca el rostro del propio agasajado y no una imagen rubia ficticia (lo mismo puede decirse para las tarjetas de fiestas de quince años).

Ayudar a los niños a afrontar el racismo no sólo contribuirá a su estabilidad emocional, sino a una tarea pendiente en el Perú: la consecución de una sociedad más justa y humana.

Jhon Lennon

jueves, 7 de junio de 2007

Filosofía ¿para qué?

Filosofía ¿para qué?
Miguel Ángel Irigaray Soto

Parece que ahora se quiere marginar a la filosofía del plan de estudios escolar. Aparentemente, en una sociedad donde prima lo práctico, lo que produce resultados cuantificables de inmediato, esto de la filosofía y, por extensión, de las humanidades, es algo que no sirve absolutamente para nada.

Pero creo que estamos ante un grave error, porque nos estamos perdiendo parte importante en la construcción de la persona.

En este mundo donde sólo lo científico es sagrado, las humanidades y las letras están en crisis: pero, saber, por ejemplo, historia, nos sirve para entender muchas veces el presente o para comprobar que el hombre es ese animal que cae dos y cien veces en la misma piedra (¡cuántos errores del presente podrían evitarse si aprendiéramos de ayer!).

Saber lengua es importante porque, incluso la mejor teoría científica o el acontecimiento más banal, necesitan ser bien expresados, o nadie nos entenderá. El lenguaje es vehículo de comunicación por el que se expresa la intimidad, el pensamiento. Hay que aprender a cuidarlo, hay que aprender a expresarse.

Saber literatura o arte o música también resulta interesante, porque el hombre no es sólo alguien hecho para obtener resultados, sino preparado para el bien y la belleza: en ese sentido, conocer que existe tal o cual pieza artística, tal o cual autor destacado, puede aportarnos, siquiera potencialmente, un placer sublime, una ocasión para deleites profundos.

Sabemos, además, por sentido común, que la persona no es sólo un ser (alguien con derechos, y por eso hablamos de derechos humanos), sino también un deber ser (alguien con deberes, pues vive con otros, a los que debe respetar: de ahí que, desde esa perspectiva, no resulte despreciable el contenido de valores que nos pueden aportar asignaturas como la ética o, incluso, la misma asignatura de religión, que nos habla de compromisos con el otro.

La filosofía, que por definición, por etimología y por esencia, se describe a sí misma como amor a la sabiduría, tiene el objetivo fundamental de enseñarnos a pensar, a discurrir con la cabeza, a formar criterio, a tener espíritu crítico y, por lo tanto, a tener personalidad, a saber discutir con argumentos.

La filosofía es la disciplina que nos ayuda a buscar la verdad con el único concurso de la razón natural; porque la mayoría de las grandes cuestiones (por no decir todas) que preocupan siempre a la humanidad han sido pensadas y abordadas ya por los filósofos: cada uno ha dado su respuesta, ha sido rebatido, defendido o ampliado por otro, y conocer todo esto nos ayuda enormemente a formar nuestras propias ideas y actitudes con lo mejor de los argumentos de unos y de otros.

Prácticamente todas las ideas de uno y otro signo que encontramos hoy en la calle, más escépticas, optimistas, etc., han sido dichas y discutidas también años atrás (o siglos atrás) por los filósofos, de modo que conocerlas todas nos aporta una poderosa arma para la dialéctica, esto es, para saber discutir con precisión e, incluso, para superarlas con nuestro propio pensamiento.

De manera que si usted desea ser un buen retórico o un buen dialéctico, a lo mejor tiene que empezar por ser un poco filósofo, por conocer bien la filosofía.

Saber de filosofía, además, puede ayudar también a tener una peculiar "filosofía" (o sabiduría) de la vida, porque nos ha cautivado el modo de enfocarla que tenía con su pensamiento de fondo tal o cual autor. La filosofía nos da sabiduría y, por ello, puede aportar calma.

Se echa de menos hoy en día personas con personalidad, con criterio propio, con espíritu crítico, que no se dejen influir fácilmente por las opiniones del ambiente, por la moda del momento.

Nos faltan personas admirables, no maleables, que actúen por convicciones serias, profundas, y no por el viento que sopla en cada instante. En buena cuenta queremos actores y no espectadores. A esto ayuda la filosofía. Nos hacen falta, en suma, filósofos, sabios y poetas que nos lideren en la búsqueda de la verdad, del bien, de la belleza, conceptos que parecen estar en crisis dentro de nuestro mundo.

De hecho, alguien ha comentado que nunca como hoy se percibe la conciencia del fin de una época, pues nadie cree en nada, no hay cosas fijas, todo vale y da igual, todo es relativo, hay un profundo escepticismo con una cierta tristeza de fondo que hace que los tiempos actuales sean débiles y vulnerables.

Hemos pasado, dicen, de la llamada modernidad (con su optimismo basado en la fe ciega en el progreso de la ciencia) a la llamada post-modernidad, que tiene un enorme pesimismo de fondo, porque se piensa que no hay verdades absolutas: ni siquiera la ciencia ha colmado todas las expectativas que muchos habían puesto en ella, pues bien saben los científicos que cada respuesta conlleva otras preguntas que hay que resolver, por lo que la ciencia no puede agotar toda la verdad.

Por eso, necesitamos volver de nuevo a las raíces, a la verdadera filosofía, a la verdadera sabiduría, que nos aporte resortes realistas, serios, fuertes, fundados en la persona; que forje nuestro criterio, nuestros valores, nuestra personalidad e, incluso, diría, nuestro optimismo.

Por lo tanto, ¿filosofía para qué? Filosofía para ser persona, filosofía para vivir. No la dejemos de lado.